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Esta es la relación entre tu mandíbula y tu suelo pélvico

27.08.2025

A primera vista, la articulación temporomandibular (ATM) y el suelo pélvico parecen estructuras distantes y sin relación. Una está ocupada en masticar y hablar; el otro, en sostener órganos y controlar funciones tan esenciales como la continencia. Sin embargo, la ciencia nos está mostrando que ambas regiones podrían estar unidas por más que casualidad anatómica: comparten conexiones nerviosas, cadenas musculares y hasta influencias posturales.

Lo que ocurre en la ATM podría viajar, a través de rutas invisibles, hasta la pelvis… y viceversa.

El puente neuronal que no esperabas: del cráneo a la pelvis (y viceversa)

Imagina que la mandíbula y el suelo pélvico son dos vecinos que viven en extremos opuestos de un edificio… y que, aun así, se envían mensajes constantemente. La clave está en un "centro de mensajería" muy especial: el núcleo espinal del trigémino. Este núcleo, que recibe información directa de la ATM, no se queda aislado en su rincón del sistema nervioso; al contrario, comparte datos con zonas del tronco encefálico que también coordinan funciones vitales del suelo pélvico.

Entre estos puntos de conexión se encuentran auténticos "centros de control" como la formación reticular, el periaqueductal gray (PAG) y el sistema motor emocional. Juntos, ejercen su influencia sobre el núcleo de Onuf, una pequeña pero poderosa región de la médula espinal (en S2–S4) que dirige, como un director de orquesta, la contracción voluntaria de los músculos perineales.

Y aquí viene lo más fascinante: estimular el trigémino —el gran nervio sensorial de la cara— no solo afecta a la boca o la mandíbula, también puede inclinar la balanza del sistema nervioso autónomo, modulando indirectamente el tono del suelo pélvico. Incluso se ha visto en estudios con animales que las señales procedentes de la cabeza y de la pelvis "coinciden" en ciertos segmentos de la médula, como si compartieran un chat privado. Esto abre una puerta apasionante: lo que ocurre en tu mandíbula podría estar influyendo, silenciosamente, en la salud y el rendimiento de tu suelo pélvico.

Esto significa que una tensión mandibular crónica, una mordida desequilibrada o incluso el estrés que descargamos en la mandíbula podrían, en teoría, modificar la forma en que el suelo pélvico responde y se regula.

Y la comunicación no es solo "de arriba hacia abajo": investigaciones con animales demuestran que estímulos en nervios craneales y pélvicos activan neuronas en zonas medulares comunes. Como si la mandíbula y la pelvis compartieran un grupo de WhatsApp secreto.

Cadenas musculares: la autopista física que une cabeza y pelvis

No toda la conexión es nerviosa. Nuestro cuerpo no está compuesto por partes aisladas, sino por una red continua de tejido fascial y muscular que actúa como una autopista invisible. Esta red permite que una tensión localizada, incluso ligera, tenga repercusiones mucho más amplias de lo que podríamos imaginar.

  • Cadena longitudinal posterior. Conecta el hueso occipital, músculos paravertebrales, fascia toracolumbar y sacro con la musculatura pélvica.

  • Cadena visceral o línea anterior profundaSegún Thomas Myers y su libro Anatomy Trains, la Deep Front Line es una cadena fascial profunda que conecta la cavidad bucal y la mandíbula, atraviesa el cuello, rodea el diafragma torácico y baja por el interior del cuerpo hasta llegar al suelo pélvico y los pies functionalsynergy.com. Esta vía fascial hace que una tensión en la mandíbula —por ejemplo, debido al estrés o el bruxismo— pueda propagarse hacia la pelvis, afectando su función.

La literatura respalda la existencia y relevancia de estas conexiones miofasciales. Las cadenas músculo-fasciales están compuestas por grupos de músculos interconectados a través de fascia profunda, que pueden transmitir tensión de forma continua a lo largo de todo el cuerpo. Estas tensiones no solo se propagan de manera pasiva, sino que pueden responder biomecánicamente y modular su tensión gracias a mecanorreceptores intrafasciales y células miofibroblásticas.

Un ensayo controlado aleatorizado reciente investigó el efecto de una sesión de terapia de tejidos blandos en la región de la ATM sobre la actividad del suelo pélvico. En mujeres jóvenes con dolor miofascial de la ATM, una sesión de 15 minutos de tratamiento redujo significativamente la actividad eléctrica de los músculos del suelo pélvico en reposo, y mejoró la activación durante contracciones de resistencia. Esto sugiere que liberar tensión mandibular facilita la relajación y mejora el rendimiento del suelo pélvico. 

Respiración y diafragmas: una unidad funcional

Podemos imaginar el cuerpo como un edificio de tres plantas, donde cada nivel está sostenido por un "piso" muscular clave: el diafragma bucal, el diafragma torácico y el diafragma pélvico. Estos tres diafragmas no solo comparten la misión de sostener y regular presiones internas, sino que además funcionan como un equipo perfectamente sincronizado… al menos cuando todo va bien.

El diafragma bucal, formado por la base de la lengua, los músculos suprahioideos y parte del suelo de la boca, actúa como una compuerta superior para la vía aérea y digestiva. Justo debajo, el diafragma torácico —nuestro gran músculo respiratorio— regula la entrada y salida de aire y marca el ritmo de las presiones internas cada vez que respiramos. Finalmente, en la planta baja, el diafragma pélvico (el suelo pélvico) es la estructura que sostiene los órganos pélvicos y controla funciones tan esenciales como la continencia y la estabilidad de la pelvis.

Lo fascinante es que estos tres diafragmas están unidos funcionalmente por cadenas musculares, fascias y circuitos nerviosos. Cada vez que inhalamos, el diafragma torácico desciende y, de forma coordinada, el suelo pélvico cede ligeramente hacia abajo para permitir el aumento de presión abdominal. En esa misma fracción de segundo, la base de la lengua y los músculos suprahioideos ajustan su tono para no obstruir el paso de aire.

Pero, ¿qué ocurre si uno de ellos pierde movilidad o coordinación? Por ejemplo, una tensión crónica en la mandíbula puede rigidizar el diafragma bucal. Esto interfiere con la dinámica respiratoria, altera la transmisión de presiones y obliga al suelo pélvico a compensar. El resultado: cambios en el tono, sobrecarga, e incluso aparición de síntomas como incontinencia, dolor pélvico o lumbalgia.

Estudios sobre la sincronización entre diafragma torácico y suelo pélvico muestran que su coordinación es esencial para el control de la presión intraabdominal y la estabilidad lumbopélvica. Cuando esta armonía se rompe, el impacto no es local: es sistémico.

En otras palabras: si uno de estos "pisos" falla, el edificio entero lo siente. Por eso, cuidar de tu mandíbula no es solo un tema dental… también es, aunque suene sorprendente, una forma indirecta de cuidar tu pelvis.

Postura: el puente entre la ATM y el suelo pélvico

La postura es el escenario donde todas estas conexiones se expresan. Una alteración en la posición mandibular —por ejemplo, un adelantamiento mandibular o una mordida abierta— puede cambiar la alineación cervical, lo que repercute en la curvatura lumbar y, en consecuencia, en la inclinación pélvica.

Sabemos que mejorar la alineación postural puede optimizar el rendimiento muscular del suelo pélvico. Y también que las posturas mantenidas en flexión o hiperlordosis pélvica pueden alterar la función y el tono perineal.

La relación entre postura y suelo pélvico está respaldada por múltiples estudios. Los estudios de electromiografía (EMG) han mostrado que mantener una postura erguida sin apoyo provoca un aumento de la actividad basal de los músculos del suelo pélvico en comparación con posturas encorvadas o con apoyo. Por otra parte, la investigación sobre la lordosis lumbar indica que desviaciones extremas de esta curvatura influyen en la presión intraabdominal y en la respuesta muscular del suelo pélvico, lo que puede repercutir en su funcionalidad. 

Revisiones sistemáticas respaldan que la posición de pie favorece una mayor movilidad y activación de estos músculos, probablemente gracias a la combinación de la acción de la gravedad y la estimulación propioceptiva. Además, intervenciones orientadas a la corrección postural han demostrado mejorar la fuerza y la coordinación muscular, así como reducir los episodios de incontinencia urinaria.

El mecanismo clave radica en que las disfunciones de la ATM pueden inducir posturas compensatorias (como cabeza adelantada o hiperlordosis), que repercuten en la alineación pélvica y en la mecánica del suelo pélvico.

En definitiva, tratar el suelo pélvico puede implicar tratar la mandíbula

Si sufres bruxismo o tienes problemas en la mandíbula, quizá no lo sepas, pero esto puede afectar también a tu suelo pélvico, causando incontinencia, dolor o molestias sexuales. Cuando los tratamientos habituales no funcionan, trabajar de forma conjunta sobre la mandíbula, la postura y la respiración puede marcar una gran diferencia en cómo se activa y funciona tu suelo pélvico. Por eso, un enfoque que combine fisioterapia, odontología y especialistas en suelo pélvico puede ser la clave para sentirte mejor de manera global, cuidando todo tu cuerpo, no solo una parte aislada. 

La ciencia respalda que la ATM y el suelo pélvico están interconectados a través de vías neurológicas, miofasciales y posturales. Cuidar la salud mandibular y optimizar la postura no solo previene problemas en la cabeza o cuello, sino que también favorece la salud pélvica. 

Este enfoque holístico puede marcar la diferencia en la prevención y tratamiento de disfunciones tanto mandibulares como pélvicas.


Laura Pastor. Directora de Evexia Salut. Fisioterapeuta especialista en reeducación uroginecológica y salud sexual humana. Psiconeuroinmunóloga clínica. Docencia y divulgación.